AMÉRICA
"Sé que zarpaste de tu querida Ítaca hace ya tiempo, con el corazón en un puño y una armadura de láminas de bronce por bandera. Sé que navegaste sin rumbo fijo, a la espera de que una ola se llevase el recuerdo de sus bosques y sus playas, de su despertar entre las colinas. Te fuiste con un puñado de arena en una mano y, en los ojos, el llanto salado de su mar, para así mantenerla imperecedera en tu recuerdo. Durante mucho tiempo fue así, hasta que tu barco tropezó con una tierra lejana y desconocida, más allá del Atlántico, que creíste tuya por imaginarla deshabitada. Cierto es que, durante tu viaje, tuviste la oportunidad de probar muchos sabores y perfumes de distintas tierras, pero ninguno como ese. Era misterioso y exótico, como una mezcla agridulce entre la sal y la canela, la contradicción de la dulzura con el toque amargo de la pimienta negra. La isla era muy distinta a las que habías conocido: era fría y tenue, reinaban valles frondosos, y los atardeceres no eran dorado...