INCERTIDUMBRE

 

 Una vez cogí un papel, y planeé toda mi vida. Acabar derecho, opositar, ser jueza, casarme a los treinta, tener mi primer hijo a los treinta y algo. Vivir en una bonita y espaciosa casa, con un marido creado en torno a mis expectativas...

Una vez soñé en línea recta, y de lo que no me daba cuenta es que la vida muchas veces va en zigzag. Y abandonas tu camino, o te pierdes unos años y vuelves a tu línea, o tu vida da un giro totalmente inesperado. 


Siempre fui de soñar a lo grande, y eso es bueno. En algún sitio leí que si tus sueños no te dan miedo, no estás soñando bien, o estás soñando demasiado bajo. Y a mí me dan pánico. Realmente no se si me dan pánico mis sueños o crecer y abordar todos los baches.


A veces pienso que tengo demasiados sueños y poco tiempo para ello. Toda una vida se me hace corta. Y quizás no valore lo suficiente, que estoy donde quería estar hace diez años, y que eso realmente es un verdadero avance.


Me siento mal, porque la vida no ha ido según mi plan. A los siete años me becaron para estudiar en el conservatorio danza clásica, pero me puse enferma de anorexia. Entre mis planes estaba acabar este año la carrera, pero lo cierto es que aún me quedan dos o tres años, si me apuras. Estoy en un punto medio de decepción y orgullo hacia mí misma, porque un año tuve una depresión muy dura y ahí verdaderamente no pude estudiar nada, salvo dos asignaturas para que me dejaran quedarme en la universidad, pero el año siguiente pude hacer mucho más de lo que hice. Para ser humildes, me perdí, porque fue mi decisión perderme y no puedo culpar a nadie más, aunque lo intenté por un tiempo para no ver que yo misma era el problema.


Y ahí está. El sentimiento constante de culpa por perderse, y a veces no soy consciente de que para encontrarse hay que perderse y que de esos años "perdidos" saqué muchas cosas buenas. Maduré, cambié mi mentalidad y acabé con mi toxicidad en muchos aspectos de mi vida (aunque aún sigo siendo mi peor enemiga, pero aprendí a perdonarme un poquito), espabilé, dejé de procrastinar tanto, quité el miedo a un montón de cosas y supe valerme por mí misma, supe gestionar mis ataques de ansiedad yo sola, y mis enfermedades comunes. No soy la Malena que era, y por tanto me siento orgullosa en ese aspecto.


Pero a veces tiendo a sobrepensar de una manera insaciable, y me pregunto, ¿Qué hubiese pasado si...? y lo que más me altera es no saber la respuesta. Porque aún quiero tenerlo todo bajo mi control y hay cosas que se nos escapan de las manos.


A veces pienso que puedo llegar a ser una J.K. Rowling, ya que es uno de mis sueños. Publicar un libro (o varios) algún día. Tengo novelas empezadas, pero al día siguiente de escribir, lo borro, porque me parece mediocre. Perfeccionismo agotador. 


Lo que más me gusta de mi blog es que puedo ser yo misma, puedo escribir lo que quiera y no intento ser perfecta como en todos los demás ámbitos. No me paro dos veces a leer lo que he escrito, porque es mi sitio seguro.


Pienso mucho en mi futuro, y la incertidumbre es lo que más miedo me da. 


Una vez, hablando con mis amigos, tras estos años de reflexión, me preguntaron que qué quería hacer después de la carrera, a qué aspiraba. Mi respuesta me sorprendió hasta a mí misma. "Ser feliz", dije. Cuando la antigua Malena hubiese respondido "tener una casa de escándalo, una vida de millonaria, y un marido doctor y guapísimo". Y ahí me di cuenta de que mi superficialidad desapareció.


Quiero ser feliz y ya no busco a un chico guapo, ahora busco más la belleza interior, y lo común me parece lo más bonito. Un compañero de vida imperfecto, pero que tenga las mismas ganas de construir algo grande conmigo que yo con él, sentimentalmente hablando. Por eso ya no me van los rollos esporádicos.


Aún tengo miedo de salir de mi zona de confort, pero se que algún día (más pronto que tarde) estaré lista. 


Lo que más pido en este mundo es sentirme libre de mí misma, porque soy yo la que me encadeno, me boicoteo y me repito constantemente "tú no vales para esto". Aunque es cierto que ahora sí se que soy capaz de muchas cosas, más de las que pensaba, y eso me hace grande.


He aprendido a valorar a personas que "nunca serían mi modelo a seguir" y sobre todo estoy aprendiendo (y lo digo en gerundio porque como siempre digo, me queda mucho camino por recorrer) que hay que valorar más el presente, porque no se sabe dónde estaremos dentro de cinco años. Todo es efímero y venimos a aprender.


Desde aquí doy gracias, y os animo a estar agradecidos con vuestros errores y vuestras vivencias, ya que os han hecho los hombres y mujeres que hoy en día sois. Y que nos vamos a perder mil veces, y lloraremos, y nos caeremos. El arte es levantarse.


Por aquí os dejo un texto, que define perfectamente el título de esta publicación. Que descanséis, y feliz vida, lectores. Sea como sea.



"Estoy sentada en la primera fila a la derecha,

Observando por la ventana todo aquello que pasa difuminado rápidamente frente a mi.

Apoyo la cabeza en el cristal y me quedo mirando hacia delante, mientras mi autobús me lleva hacia ninguna parte.



Poco a poco empiezo a sentir el temblor del motor en el lado de mi cabeza que tengo apoyado. 

Me aparto y echo un vistazo completo. Estoy sola. 



Poco a poco el cielo va oscureciendo y duermo a ratos.
Me despierto, observo el cristal y vuelvo a dormir.

No sé cuanto llevo aquí sentada, sin música, sin entablar conversación con nadie.

Cuando voy a preguntarle al conductor del autobús cuánto queda para llegar y cual es el destino, ni siquiera me responde. Tampoco estoy segura de si me ha escuchado.

Entonces vuelvo a sentarme en mi sitio. Vuelvo a observar y a dormir. A observar y a dormir.

El autobús gira y vuelve a la recta. Gira y vuelve a girar.

Me estoy mareando con tanta curva.



Veo que está amaneciendo. Tengo hambre y sed y me siento agotada.
Me levanto de mi asiento y vuelvo a hacerle la misma pregunta al conductor. No me responde.

Entonces hablo un poco más alto. Esta vez si que me ha oído.
Le zarandeo un poco, algo cabreada por su falta de atención. 

Es entonces cuando me mira a los ojos. Su mirada (al contrario de lo que pensaba) me transmite paz. 

“ No tengas tanta prisa por llegar” me responde sin ningún matiz vacilante.

“Estoy cansada, sola, y tengo ganas de llegar” replico. 

Miro al suelo con desesperación, y cuando levanto la cabeza me percato de que ya no lleva las manos en el volante. Me está prestando demasiada atención.

“¿Por qué no eres capaz de disfrutar del viaje?"

En un impulso me aparto dando un brinco. El conductor, o la conductora es este caso, tiene mi cara.

"¿Qué está pasando?", me digo hacia mis adentros.

Ella, como si me leyese la mente, me dice lo siguiente: "estamos casi a mitad del trayecto, tú sabrás si mirar por la ventana y disfrutar del paisaje es una opción, o seguir durmiendo. Es tu decisión."

En ese momento miré por la ventana y ya no solo me fijo en el cristal, como estaba haciendo, sino que a través de él descubro un paisaje tropical precioso.

Sin decir una palabra me cambio de asiento para poder disfrutarlo más y me quedo ensimismada mientras los paisajes cambian de hora en hora y se mueven como ilusiones ópticas..."



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